No puedo negar que en esta ocasión no disfrute. Hacía varios meses desde noviembre, creo recordar que no disputaba una media y la última fue la de Cuenca.
Si bien es cierto, suelo salir a rodar y quedamos sobre los 15 km o más, todos sabemos que no es lo mismo el día de la carrera.
He sufrido y he notado la sensación de querer correr y no poder dar una zancada cómoda. Te das cuenta que las piernas se te apelmazan y poco a poco no corres ni como deseas ni como quieres. Te limitas a ver los metros pasar uno trás otro e ir sumando kilómetros, uno trás otro. Mentalmente no estoy preparado para estas sensaciones todavía.
He encontrado una cita de Haruki Murakami, en relación a lo que fue su primera maratón; "iba bien de resistencia. No parecía que fuera a tener problemas para recorrer la distancia que quedaba. Pero entonces, justo después del kilómetro treinta, de repente las piernas empezaron a no responderme. Me entraron calambres, que se fueron haciendo cada vez más intensos, y finalmente, ya no pude correr nada.".
Yo, lo cierto es que sin llegar a plantearme parar, si he notado cierta resistencia mental, de querer y no poder.
En fin, no fue como deseaba pese a correr los primeros 10 kilómetros en 47 minutos justos y hacer los últimos 5 kilómetros en 26 minutos, sólo he podido rozar la hora y cuarenta y dos.
Hoy mi alegría es extradeportiva y viene de la mano de poder haber compartido mi primera media maratón y mi primera carrera con mi padre como espectador. Sus palmas y palabras de ánimo al pasar junto a él me hacían sentir único.
Su gritos erán para mí, sólo para mí y sus aplausos también, eso es lo mejor de esta mañana, por ello ha merecido la pena sufrir un poquito, creedme.
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