Samia Yusuf Omar consiguió encarnar el auténtico espíritu olímpico en Pekín 2008. No se subió a ningún podio, ni siquiera tuvo un diploma; de hecho, llegó última a la meta en la carrera de 200 metros, casi diez segundos por detrás de sus compañeras. Sin embargo fue capaz de poner al estadio en pie, aplaudiendo su hazaña. Acababa de hacer su mejor marca personal. La atleta somalí de 17 años era feliz, a pesar de no llevarse ninguna medalla se sentía ganadora como la que más. «Ha sido una experiencia bellísima, he portado la bandera de mi país, he desfilado con miles de atletas de todo el mundo», contaba ilusionada la campeona africana de los 100 metros de vuelta en Mogadiscio.
Yusuf Omar interiorizó en Pekín el lema olímpico -más rápido, más alto, más fuerte- y trataba de ponerlo en práctica al montarse en una patera para cruzar el Mediterráneo rumbo a Europa. Era su oportunidad de mejorar, de crecer como deportista y, quién sabe, tal vez de ser reconocida algún día. Pero el trayecto era peligroso y la suerte no acompañó a la joven, que falleció en la travesía.
La atleta deseaba acudir a los Juegos Olímpicos de Londres, pero a pesar de entrenar duramente en el ruinoso estadio de la capital somalí, no consiguió estar entre los dos únicos seleccionados. Samia era huérfana de padre y deportista de élite en un país en continuos conflictos internos, estaba acostumbrada a superar los obstáculos que le ponía la vida. Solo tenía 21 años y no quiso darse por vencida, decidió que si allí no tenía la posibilidad de mejorar deportivamente lo haría en otro sitio. Pero en su casa no había dinero para comprar un pasaje en cualquier medio de transporte seguro y, como miles de africanos, se lanzó a la peligrosa aventura de alcanzar las costas europeas en patera. Llegó por tierra a Líbano y allí montó en una embarcación rumbo a Italia. Varios de sus pasajeros dejaron la vida en el camino. La atleta estaba en esa lista negra.
La noticia de su muerte llegó el pasado domingo a la prensa somalí durante una reunión del Comité Olímpico Nacional, de la mano de su nuevo presidente, Abdi Bile -medalla de oro en los 1.500 metros en el Mundial de Roma 87-. Sumaba así otra mala nueva para el deporte de un país que todavía viste luto tras un atentado terrorista que acabó con la vida del anterior presidente del Comité Olímpico, Aden Yabarow Wiish, el pasado mes de abril.
Un viaje peligroso
El entrenador de Samia, Mustafa Abdelaiz, se encargó de poner voz a los allegados de la atleta en el 'Corriere della Sera'. «Sabíamos que el viaje hacia Occidente es peligroso, pero no nos podíamos imaginar que ella sería una de sus víctimas», contaba al medio italiano. Mencionó también todo el apoyo que recibió la joven de su madre, quien llegó a vender un pequeño terreno para ayudarle a costear el viaje.
La mujer que hace cuatro años llenó las páginas de los periódicos con una historia de superación y espíritu olímpico, hace solo unos días se hundió con sus sueños en el Mediterráneo, a punto de alcanzar la meta. Ella pone rostro a tantos otros que, desesperados por encontrar una vida mejor, deciden embarcar con sus escasos ahorros y sus esperanzas en frágiles pateras, en las que cruzarán el mar hacinados y hambrientos, sin saber si llegarán a tierra firme o se quedarán por el camino.
Aqui os pongo algunos enlaces pero en youtube poniendo su nombre salen más.
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